Dieciocho años pueden parecer una miseria ante un camino que irradia obstáculos y sentimientos. Dieciocho años es una edad minúscula, una pequeña hoja que brota de las inmensas ramas de un árbol... una diminuta e incolora fruta que aún no ha madurado.
Para mí la edad se basa en la madurez, en el sentir, en el pensar... los años no te transforman en alguien, no te dan una personalidad ni mucho menos una voz, los años te envejecen, nada más.
Sin embargo creo fielmente que el verdadero crecimiento se hace a través de la madurez, de la propia visión real de la vida, de aquella dualidad que llega para hacer que tomes decisiones, de ese momento en el que te das cuenta que tu entorno no es realmente el que ves y que, muy probablemente, lo concibas como un factor inherente ante lo que crees o creíste.
Mi edad no la puedo considerar como algo enorme o brillante, mi edad es corta y poco enérgica... pero en ella he visto cosas que me han hecho cambiar, he presenciado actos que me han convertido en la persona que soy hoy y que además, han forjado mi luz y colores ante las necesidades que más he percibido. -Andrés L. Benítez.
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